Sonetos célebres de Sor Juana Inés de la Cruz

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Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)


Juana Inés de Asbaje y Ramírez; nació en San Miguel de Nepantla, actual estado de México en 1651 y murió en la Ciudad de México en 1695. Escritora mexicana. Fue la mayor figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII. Niña prodigio, aprendió a leer y escribir a los tres años, y a los ocho escribió su primera loa. Admirada por su talento y precocidad, a los catorce fue dama de honor de Leonor Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo. Apadrinada por los marqueses de Mancera, brilló en la corte virreinal de Nueva España por su erudición y habilidad versificadora.




            Soneto CXLVII
              
                      A una rosa


  Rosa divina que en gentil cultura
eres, con tu fragante sutileza,
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada a la hermosura.

  Amago de la humana arquitectura,         
ejemplo de la vana gentileza,
en cuyo ser unió naturaleza
la cuna alegre y triste sepultura.

  ¡Cuán altiva en tu pompa, presumida,
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,     
y luego desmayada y encogida,

  de tu caduco ser das mustias señas,
con que con docta muerte y necia vida,
viviendo engañas y muriendo enseñas!


Esta tarde, mi bien

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.


Contiene una fantasía contenta con amor decente

Deténte, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía; 
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía, 
poco importa burlar brazos y pecho 
si te labra prisión mi fantasía.



Prosigue el mismo asunto, y determina que prevalezca la razón contra el gusto 


Al que ingrato me deja, busco amante; 
al que amante me sigue, dejo ingrata; 
constante adoro a quien mi amor maltrata; 
maltrato a quien mi amor busca constante. 

Al que trato de amor, hallo diamante, 
y soy diamante al que de amor me trata; 
triunfante quiero ver al que me mata, 
y mato al que me quiere ver triunfante. 

Si a éste pago, padece mi deseo; 
si ruego a aquél, mi pundonor enojo: 
de entrambos modos infeliz me veo. 

Pero yo, por mejor partido, escojo 
de quien no quiero, ser violento empleo, 
que, de quien no me quiere, vil despojo.



Que consuela a un celoso
epilogando la serie de los amores




Amor empieza por desasosiego, 
solicitud, ardores y desvelos; 
crece con riesgos, lances y recelos; 
susténtase de llantos y de ruego.

Doctrínanle tibiezas y despego, 
conserva el ser entre engañosos velos, 
hasta que con agravios o con celos 
apaga con sus lágrimas su fuego.

Su principio, su medio y fin es éste: 
¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío 
de Celia, que otro tiempo bien te quiso?

¿Qué razón hay de que dolor te cueste? 
Pues no te engañó amor, Alcino mío, 
sino que llegó el término preciso.


Fuente: Varias fuentes en linea.

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